domingo, 30 de mayo de 2010

Quién me lo iba a decir...

Quién me lo iba a decir… Quién me iba a decir que me equivoqué totalmente con él. Viéndole acudir el primer día a clase, tan arreglado y trajeado como siempre y, no sé a los demás, pero al menos, a mi sí que me metió miedo en el cuerpo con su frase: “si me tengo que cargar a alguien y mandarlo para septiembre y quedarse sin selectividad, lo hago”.

El primer día, con la apariencia que al menos yo capté sobre él y que, aún sin haberla dado, la filosofía no era de mi agrado y, por tanto, no me gustaba, todo hacía presagiar que sería imposible sacar la asignatura adelante y que no iba a soportar al profesor.

Sin embargo, todo empezó a cambiar… Ya en el segundo día me empecé a dar cuenta de cómo es en realidad, de lo divertido que es, de la confianza que te da, del tiempo que dedica a cada uno de nosotros con el objetivo de que toda la clase entienda las cosas, etc. Todo esto me demostró que el dicho es cierto, que las apariencias engañan, ya que mi primera opinión e impresión acerca de él y su asignatura, fueron erróneas… Ha resultado ser el profesor con el que más aprendo, con el que más me divierto, con el que más rápido se me pasan las clases y, quién lo iba a decir, el profesor que consiguió hacerme llegar a desear y esperar que acabara la clase anterior para comenzar con la de filosofía.

Si fuese cualquier otra clase, empezaría explicando los contenidos que han aparecido durante el curso, las técnicas aprendidas y los objetivos conseguidos respecto al temario, pero, no va a ser así. Pienso que la clase debe de ser analizada primero desde otros puntos de vista, ya que es diferente a las demás.

Se trata de una nueva asignatura que nunca antes había cursado y, por tanto, no puedo compararla con otros cursos, pero eso sí tengo claro, y esto no es ir haciendo la pelota ni nada, sino que lo digo enserio, es una de las que más interesan debido a la curiosidad con la que entras en clase preguntándote de qué extraño tema, que nunca en la vida te habías plantado, hablaremos ahora o con qué nos sorprenderá el profesor hoy… Como ya he dicho antes, tenía otras expectativas sobre filosofía, nunca pensé que me llegaría a atraer las distintas teorías y maneras de ser que existen, muy distintas entre ellas pero a la vez parecidas y que siempre te llevan a plantearte lo mismo, el por qué de las cosas con el objetivo de llegar a una explicación última.

Pienso que es un tipo de clase en la que todos los profesores se deberían inspirar, ya que es una clase fluida, didáctica, dinámica, amena y diferente a otras clases, a partir de la cual aprendes cosas distintas a las demás y quizás más interesantes.

Otra cosa que hay que destacar es el esfuerzo que hace el profesor en aclarar todas las dudas, en buscar formas más fáciles de explicar y de comprender el temario y a partir de las cuales todo nos queda muy clarito. La infinidad de ejemplos que es capaz de poner, algunos, aparentemente no relacionados con el tema, como su perro o el Real Madrid, pero a partir de los cuales logra que nuestra atención no decaiga; la capacidad y conocimiento que tiene para responder cualquier pregunta sobre cualquier tema o duda, es sorprendente. Siempre tiene respuesta a todo, aunque muchas veces nos deja a medias, nos hace pensar y reflexionar sobre lo que ha dicho y finaliza con su típica frase que tanto nos desquicia a veces:
“que buena pregunta para examen práctico”.

Sin embargo, uno de los aspectos que no me han gustado o, más bien, me han cansado, ha sido las excesivas preguntas que se realizan durante las clases, la mayoría basadas en nuestra curiosidad y supuestos casos y aspectos acerca del tema. Me parece bien que se hagan preguntas si no se entiendo algo, pero muchas veces creo que se hacen demasiadas y, algunas, como ya he dicho, fuera de lo que es el temario en sí y que el profesor siempre explica. Con esto quiero decir, que a mi juicio, hemos perdido demasiado tiempo. Tenemos tres clases a la semana y estoy de acuerdo en hacer hincapié en el tema explicándolo de varias formas para que todo el mundo lo entienda, pero creo que en muchas ocasiones se ha perdido un tiempo excesivo en cosas que no eran importantes ni referentes a lo que entraba en el temario.

Tras un breve paréntesis sobre algún aspecto que no estoy de acuerdo, volvamos a hablar sobre las cosas positivas acerca de la clase.

Todo, absolutamente todo, es escrito en la pizarra y es reforzado con esquemas explicativos que nos ayudan bastante a entender y a no perdernos. Otra cosa a destacar, es que siempre repite nada más comenzar la clase lo anteriormente dado y lo organiza en forma de esquema, cosa que veo como una gran ayuda para recordar todo lo dado.


Además, a parte de aprender cosas de filosofía, el va mas allá y siempre nos enseña otras cosas, cosas que no tienen nada que ver con el tema que estamos dando pero que sí son importantes como cultura general. Otra de las cosas que me gusta, es el uso que realiza de la ironía, muchas veces presente en sus explicaciones y comentarios.

Al principio algo que me pareció extraño fue la ausencia de deberes, pero me di cuenta de que no son necesarios, ya que todo queda siempre sin dudas e inquietudes (como él dice) y no existe la necesidad de un refuerzo en casa, debido a que la asignatura se puede llevar fácilmente al día.

En cuanto a los exámenes, estoy de acuerdo y me parece una muy buena idea la organización y división de estos. El temario repartido en tres exámenes que se hacen en la misma semana, te permite la oportunidad de tener más notas para la media o enmendar algún error cometido en uno de ellos.

Por otra parte, está el examen del libro, una forma de fomentar la lectura sin alejarse del contenido de la filosofía. Se trata de otra oportunidad para subir nota, aunque a mí personalmente es el que más difícil me parece.

El otro día nos anunció el profesor que teníamos que hacer un examen global con apuntes y, aunque no quiero pensar mal, tengo la sensación de que será para subir nota.

En resumen, me parece un buen sistema el de realizar tres exámenes por cada tema más un examen del libro por trimestre, una buena forma de tener segundas oportunidades en caso de error en uno de ellos o para subir nota. Además, existe la opción voluntaria y que también sube nota, que es el
blog, a partir del cual, tenemos la oportunidad de expresar nuestras ideas para una crítica constructiva. A veces, cuando te pones hacerlo, es un poco complicado empezarlo y pensar como lo vas a enfocar y qué vas a contar, pero creo que es bueno hacer que los alumnos expresen sus pensamientos sobre cosas cotidianas que pasan en el día a día.

En cuanto a la forma de corregir, no es que no esté de acuerdo en la forma en la que lo hace, sino que pienso que el profesor no es muy flexible y es algo estricto, ya que, por ejemplo, no le sirve que le contestes una pregunta directamente enfocándola en el tema en sí, sino que siempre quiere que lo enlacemos y comparemos con ejemplos o frases que el comenta o propone en los exámenes.

Para concluir, hay que destacar la forma que tiene en poner orden en clase y de hacer callar, un modo original a partir del cual siempre consigue su objetivo. Sus formas y costumbres, creo que han sido los principales motivos de que todo haya marchado así. Ha conseguido que aprendamos todo lo que él se ha planteado siempre dentro de un gran ambiente en clase, bueno royo y diversión, aunque siempre en un término medio, ya que ha conseguido compaginar todo lo dicho y que a su vez, cada uno respete el rol que le corresponde, ya que muchas veces el exceso de confianza da lugar a intentar sobreponerse al profesor, a faltar el respeto y contestaciones. Pero claro,
¿como íbamos hacer algo así? ¡Si es nuestro héroe y a la vez el macho alfa de clase (como el dice)!

Pienso que el mayor protagonista de que la clase haya sido de esta forma es él, aunque también nosotros hemos influido adaptándonos bien a sus formas, lo cual ha permitido que la clase fuera más fácil.

La motivación es primordial y creo que en filosofía todos la tenemos y, en mayor parte, gracias a él.

lunes, 10 de mayo de 2010

Una cultura diferente... ¿Qué hacemos con el velo?

El hiyab es un código de vestimenta femenina islámica que establece que debe cubrirse la mayor parte del cuerpo y que en la práctica se manifiesta con distintos tipos de prendas, según zonas, épocas, costumbres y religiones. En sentido restringido, suele usarse para designar una prenda específica moderna, llamada también velo islámico.

El caso de Najwa, la adolescente marroquí residente en Pozuelo de Alarcón que ha tenido que dejar su instituto al impedirle asistir a clase con la cabeza cubierta por un velo, vuelve a poner de manifiesto los problemas respecto al tradicional velo islámico que afecta, entre otros, al sistema educativo. Este, de momento, es un caso aislado que puede convertirse en un problema nacional si no damos con una respuesta acertada.

Es de real importancia aclarar que no es lo mismo llevar un burka, que impide la identificación de la mujer, que usar un hiyab, que se limita a tapar el cabello.

Nosotros, los españoles y la gente de occidente, somos una sociedad que nos extraña el acto de cubrirse la cabeza por parte de las mujeres musulmanas debido a que interpretamos o, al menos, nos dan a entender las personas que defienden esta religión, que la mujer islámica se enfunda el velo debido a la interpretación al pie de la letra del Corán, que esta religión es incompatible con la libertad y que el velo y, en mayor grado, el burka, son un insulto a la igualdad. También nos hacen ver que no hay ninguna religión comparable a esta en cuanto a la esclavitud femenina que parecen estar sometidas las mujeres, siendo solo consideradas como criadas, esclavas y procreadoras de hijos.

Sin embargo, según ellas y el resto de practicantes de la religión, defienden que en la tradición islámica, el pañuelo no es necesariamente un signo de sometimiento sino, supuestamente, un símbolo de identificación hacia su orientación religiosa, aunque tampoco es que las mujeres tengan mucha elección, ya que no llevarlo está mal visto debido a que su sociedad no las respeta sin él.

Respecto al uso del pañuelo o el velo en los colegios y lugares públicos, hay diversas opiniones y muchas de ellas dicen que los países occidentales, debemos permitir que las niñas y mujeres musulmanas, lleven su tradicional pañuelo cubriéndoles el pelo. Yo, podría mostrarme comprensivo y lo aceptaría siempre y cuando no fueran prendas que les tapen la cara o, desde luego, todo el cuerpo, ya que, estas personas, no están en su país, sino en España y si ellos vinieron aquí, deben aceptar las normas y leyes que lo rigen, de las cuales, una de ellas, dicta que en lugares públicos no se puede llevar la cabeza cubierta. Según y a partir de esto, en teoría, resultaría fácil llegar a una conclusión, si la ley dice que no se puede llevar la cabeza tapada en lugares públicos, no se puede y punto.

A pesar de ello, tanto en el caso de esta alumna como en el resto de casos, entra en juego otras leyes de la constitución, como son la libertad religiosa, el derecho a la educación y el derecho de imagen, frente al reglamento interno de cada centro educativo.

Por ello, deberíamos preguntarnos por qué nos parece tan normal que haya en las aulas monjas con toca y tan anormal, chicas con velo. Las monjas católicas, tienen la obligación de cubrir su pelo con el pañuelo, que indica su orden religiosa correspondiente. En ningún caso se quitan los pañuelos que usan y acuden a cualquier establecimiento público con su vestimenta y su pañuelo reglamentario. A todos nos parece algo normal y natural y nadie se ha planteado nunca prohibirles esa práctica, porque parecería absurdo. Por lo que, a la deducción que llego es que nuestro estado y la mayoría de los países occidentales, tenemos una gran diversidad cultural y somos estados neutrales en los que tiene cabida cualquier religión, aunque hay un vínculo especial con el cristianismo. Con esto me refiero que, por mucho que la gente de occidente sea atea y no crea en ningún Dios, es culturalmente cristiana. Esto explica por qué somos tan comprensivos con la toca católica y tan poco con el velo islámico.

Por lo que, como resolución, puede que no haya gran diferencia significativa entre la toca y el velo. Lo que les diferencia realmente es que la toca pertenece a nuestra cultura y el velo no. Muchas personas dirán que no es lo mismo, pero sí lo es y, por muchas vueltas que le demos al asunto, es imposible redactar una ley que impida a las musulmanas lucir su pañuelo en lugares públicos y se lo permita a las monjas.

Para finalizar quiero dejar claro que no llego a una conclusión final, debido a que suponiendo varias circunstancias llegaría a una solución u otra. Estos son los siguientes casos que me impiden aclarar mis ideas y las posibles soluciones que daría yo frente a ellos:

Estaría de acuerdo en prohibir el pañuelo basándonos en la constitución y dejando a un lado las libertades religiosas, eso sí, siempre y cuando lo cumplan todas las personas, como el caso de las monjas.

 Ahora bien, si todo sigue como hasta ahora, si las monjas sí pueden llevarlo y el resto de personas no pueden llevar nada cubriendo la cabeza en un lugar público, no estaría de acuerdo en prohibirlo, ya que o cumplen las leyes todos o nadie. Además, a mí, personalmente, no me molestaría tener a una chica con velo al lado de mi mesa y sí, por ejemplo, una persona que se viste con estas ropas que se están poniendo de moda ahora, como el estilo gótico o el de imitación de los dibujos manga, con las que sí me sentiría incomodo.

 Sin embargo, la conclusión con la que creo que estoy más convencido y la que más fuerza tiene y anula al resto de las planteadas, es la siguiente: La religión de los musulmanes, se trata de una religión atrasada, que vive todavía en la Edad Media, según su calendario y su forma de pensar y cuyas costumbres no caben en nuestra moderna sociedad, debido a que coartan la libertad de las mujeres, las oprimen y las maltratan. Por ello, tienen que modernizarse. Dicho esto, creo que el velo debería prohibirse, ya que pienso que ellos, en su país, también deben ser recíprocos. Si ellos quieren que se les permita llevar el velo al igual que las monjas también lo hacen, pienso que ellos también deben permitir que las personas occidentales puedan pasar a determinados lugares con sus vestimentas y no se vean obligados a ponerse prendas de su cultura para ello, como ocurre en algunos países.

Por lo que, como conclusión final, a pesar de que siempre debe prevalecer el derecho a la educación, pienso que si ellos no nos permiten en su país acudir a un lugar con nuestras propias vestimentas, no entiendo por qué nosotros sí deberíamos permitirlo, obviando las leyes de nuestra constitución. Además, creo que tienen que concienciarse de que sus ideas solo las aceptan aquellos países de la misma religión, debido a que sus manifestaciones religiosas son incompatibles con la libertad y, ya muchos países del mundo han superado este problema y no hay por qué volver atrás, es decir, no tenemos que adaptarnos nosotros a una minoría con unas ideas determinadas, sino ellos a la mayoría.